Él Me Ve, Él Te Ve:
La Omnisciencia de Dios
“Los ojos de Jehová están en todo
lugar mirando a los malos y a los buenos” (Prov. 15:3) ¡Que freno significaría esto para nosotros si meditáramos
más a menudo sobre ello! En lugar de actuar indiferentemente, diríamos, con Agar:
“Tú eres un Dios que me ve” (Gén.
16:13).
Ningún ojo humano vio
a Caín cuando asesinó a su hermano, pero su Creador fue testigo del crimen.
Sara podía reír por su incredulidad oculta en su tienda, mas Jehová la oyó.
Acán robó un lingote de oro que escondió cuidadosamente bajo la tierra pero
Dios lo sacó a la luz (Jos. 7). David se tomó mucho trabajo en esconder su
iniquidad, pero el Dios que todo lo ve no tardó en mandar uno de sus siervos a
decirle: (2Sam. 12). “Tú eres aquel hombre“ . Y a las
tribus que quedaban al oriente del Jordán se les dice: (Núm. 32:23).
“Pero si no lo hacéis así, he aquí que habréis pecado contra Jehová, y sabed
que vuestro pecado os alcanzará”.
Si pudieran los hombres despojarían a la Deidad de su omnisciencia; ¡Qué prueba esta de que “la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede” (Rom. 8:7). Los hombres impíos odian esta perfección divina que, al mismo tiempo, se ven obligados a admitir.
Desearían que no existiera el Testigo de sus pecados, el Escudriñador de sus corazones, el Juez de sus acciones. Intentan quitar de sus pensamientos a un Dios tal: (Os. 7:2). “Y no dicen en su corazón que tengo en la memoria toda su maldad” ¡Cuán solemne es el octavo versículo del Salmo 90! Todo aquel que rechaza a Cristo tiene buenas razones para temblar ante él: “Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro.
Pero la omnisciencia de Dios es una verdad llena de consolación para el creyente. En la perplejidad, dice a Job: “Más él conoció mi camino” (Job 23:10). Esto puede ser profundamente misterioso para mí, completamente incomprensible para mis amigos pero, ¡él conoce nuestra condición; “se acuerda que somos polvo” (Sal. 103:14).
Cuando nos asalten la duda y la desconfianza acudamos a este mismo atributo, diciendo: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno” Sal. 139:23,24. (Arthur. W. Pink).
Si pudieran los hombres despojarían a la Deidad de su omnisciencia; ¡Qué prueba esta de que “la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede” (Rom. 8:7). Los hombres impíos odian esta perfección divina que, al mismo tiempo, se ven obligados a admitir.
Desearían que no existiera el Testigo de sus pecados, el Escudriñador de sus corazones, el Juez de sus acciones. Intentan quitar de sus pensamientos a un Dios tal: (Os. 7:2). “Y no dicen en su corazón que tengo en la memoria toda su maldad” ¡Cuán solemne es el octavo versículo del Salmo 90! Todo aquel que rechaza a Cristo tiene buenas razones para temblar ante él: “Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro.
Pero la omnisciencia de Dios es una verdad llena de consolación para el creyente. En la perplejidad, dice a Job: “Más él conoció mi camino” (Job 23:10). Esto puede ser profundamente misterioso para mí, completamente incomprensible para mis amigos pero, ¡él conoce nuestra condición; “se acuerda que somos polvo” (Sal. 103:14).
Cuando nos asalten la duda y la desconfianza acudamos a este mismo atributo, diciendo: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Ve si hay en mí camino de perversidad y guíame por el camino eterno” Sal. 139:23,24. (Arthur. W. Pink).

La comprensión del infinito conocimiento de
Dios debe llenar al cristiano de adoración y decir: Mi vida entera ha
permanecido abierta a su mirada desde el principio.
“No existe cosa creada que no sea manifiesta
en su presencia. Más bien, todas están desnudas y expuestas ante los ojos de
aquel a quien tenemos que dar cuenta”. Hebreos 4:13
Comentarios