Quien siembra vientos, cosecha tempestades
Autor: Luis Palau ¿Recuerdas la caída de
Saúl? No sucedió en un vuelco catastrófico. No fue que una mañana, mientras
desayunaba, Saúl decidió que rechazaría a Dios y se rebelaría contra los
profetas.
El pecado no destruyó a Saúl
como una inundación repentina, sino que fue el proceso de una erosión. Aunque
como rey conservaba su apariencia real, por dentro Saúl estaba vacío. Un pecado
llevó a otro pecado, una mentira a otra, un arranque de celos a otro, una desobediencia
a otra. Al final a los filisteos no les quedó mucho por conquistar.
- Pero entonces
– podrías alegar- la caída de David tuvo que haber sido diferente. Con Saúl fue
una lenta oxidación, pero con David debió de haber sido una calamidad
instantánea, algo así como una estrella fugaz. Después de todo, ¿no era el
hombre conforme al corazón de Dios? Lo que probablemente sucedió fue que David
quitó la vista del camino por un minuto, y cayó en la zanja.
Sin embargo, no
fue así como sucedió. Nadie cae “repentinamente”, ni siquiera David. El gran
pecado de David no ocurrió en un momentáneo, impetuoso e impulsivo arranque de
pasión. David y Saúl cayeron por pecados no confesados que finalmente, en el
momento crucial, llegaron a nublar su visión.
Alguien
me dijo hace tiempo:
De la misma
manera, no nos convertimos en obesos de un día para otro. Se necesita una pizza
tras otra; una crema helada tras otra, y no nos damos cuenta hasta que uno de
nuestros hijos viene y dice: “Papá, ¡mira cómo engordaste!”.
La inmoralidad
comienza con pequeñeces en la juventud. Actitudes aparentemente sin importancia
y hábitos insignificantes. Quizás demasiadas caricias con la novia, quizás una
revista pornográfica que llega a tus manos, o tal vez la fascinación por
novelas y cuentos sensuales. Pequeñas cosas. Sin embargo, si no crucificas esas
pequeñas cosas, si no las confiesas a Dios, si no reconoces lo que son? pecado
-, te pueden destruir. Pueden nublar tu moral en un momento crítico e
irreversible de tu vida.
Hace tiempo ya,
en Buenos Aires, hubo una serie de derrumbes de edificios. Sin advertencia
previa, grandes moles de cemento se derrumbaban, causando pánico y dejando sin
hogar a muchas familias. ¿Eran acaso desastres repentinos? Eso parecía. Sin
embargo, el hecho era que se había producido una grieta que había pasado
inadvertida para ingenieros y arquitectos. La grieta había ido debilitando la
estructura del edificio hasta causar la catástrofe. Nadie había visto el
defecto, pero todos fueron testigos del derrumbe.
El fracaso moral
de David se halla registrado en 2 Samuel 11: 1- 12:15. Todo está allí. Nos
quedamos boquiabiertos al leer que el “hombre conforme al corazón de Dios” tomó a la mujer de otro hombre, trató
de ocultar los sucios hechos, y finalmente mandó asesinar al esposo de la
mujer.
-¿Cómo pudo
suceder? ¿Precisamente David? ¿El dulce salmista de Israel? No lo puedo creer.
Oímos la misma
reacción en nuestras iglesias cuando se descubre algún notorio incidente de
inmoralidad sexual cometido por algún hermano, y que toma a todos por sorpresa.
-¡No es
posible! Una mujer que parecía tan espiritual, que no usaba maquillaje, evitaba
las bebidas alcohólicas, y tomaba notas durante los sermones. Siempre estaba
presente en la
Escuela Dominical y en los estudios bíblicos… ¿Y ella se
fue con Carlos? Es increíble. Estuve en el bautismo de Carlos. ¿Cómo es
posible que hayan hecho esto?
Algunos dirán:
“Bueno… tropezaron.” ¡Vamos! No fue un tropiezo. Fue un movimiento bien
estudiado, una estrepitosa caída ocasionada por la oculta y descuidada grieta
del edificio.
En el fútbol no
es extraño un pequeño movimiento de los jugadores cuando el árbitro no está
mirando. Ellos saben cómo colocar un pie con suma habilidad, de manera que el
contrario que se acerca a toda velocidad tropiece y caiga. Es un movimiento
rápido y difícil de advertir. Aparentemente el otro jugador tropieza con su
propio pie. Cuando hablas de tropiezo, la gente tiene la impresión de que la
persona caminaba inocentemente cuando de pronto Satanás puso el pie y la hizo
caer. Habrás oído frases gastadas como:
- Perdóname,
querido esposo. Fue algo sin importancia. Nunca volveré a ver a ese hombre.
- Pastor, fue
una simple caída, un descuido. Usted me entiende… no lo hice a propósito.
Déjeme participar nuevamente de la
Cena del Señor. He terminado esa relación… Lo que ocurrió es
que tropecé.
¡Tonterías!
Nadie cae en pecado sexual por casualidad. Nadie comete fornicación, adulterio
ni homosexualidad como resultado de un golpe repentino e inesperado. Todo
ocurre lentamente, muy lentamente. La caída es sólo el resultado de la
tentación y la pasión que se han ido acumulando y no han sido crucificadas. No
sientas demasiada pena cuando alguien cae. Llora, pero no con una llanto
sentimental que quiera disimular lo sucedido. El caído necesita llevar sus
pecados al pie de la cruz, quebrantarse delante de Dios y confesarlo todo. El
caído debe reconocer que su pecado es aborrecible a los ojos de un Dios Santo.
Si no somos
duros con el pecado, entonces no habrá quebrantamiento y se tratará de pasarlo
por alto. Algunos me han dicho: “Vamos, Luis, no seas tan duro con la gente.
Hay quienes ya han sufrido suficiente… Vas a herir sus sentimientos.” Pero si
hacemos a un lado el pecado, no dándole importancia, esto no será una ayuda
para la persona sino más dolor. El pecado de inmoralidad es un tumor canceroso
que va matando lentamente. No haces ningún bien a la persona hasta tanto la
ayudas a reconocer que debe quebrantarse ante Dios. Una vez que el pecado ha
sido llevado al Señor, comenzará el proceso de curación, pero no hasta tanto se
haya dado ese paso.
Renuncio a
todo… menos a…
¿Cómo sucedió?
¿Cómo fue que este rey elegido por Dios fracasó de manera tan trágica? En
realidad comenzó muchos años antes, cuando David era un muchacho. Al considerar
su vida, vemos que el hijo de Isaí era un hombre dedicado a la oración. David
oraba por casi todo. Oraba antes de las batallas y después de las batallas.
Oraba por sus
enemigos y por sus amigos. Oraba por dirección y consagración, por salud y por
felicidad, en sus buenos momentos y en sus momentos malos, en cuevas y en
palacios. David llevaba todo, es decir, casi todo ante el trono de Dios. En la Biblia no hallamos ni una
sola referencia a que David oraba por su vida amorosa. Aunque tuvo ocho esposas
y numerosas concubinas, no tenemos conocimiento de que David haya pedido
consejo a Dios en cuanto a estos matrimonios. Era un aspecto de su vida que
nunca le rindió a Dios, y eso casi lo destruyó.
Los seres humanos tenemos cuerpo, alma y
espíritu. El espíritu nos pone en contacto con Dios. El alma es nuestra
personalidad, la suma del intelecto, las emociones y la voluntad.
David tenía un espíritu hermoso. Leemos el libro de los Salmos y no
podemos menos que exclamar: “¡David era un hombre extraordinario! Me hubiera
gustado ser su hermano. Hasta me hubiera gustado llevarle la espada. Hubiera
hecho cualquier cosa por él.”
En cuanto al alma de David, es una de las que más nos atraen en
todo el Antiguo Testamento. Tenía un intelecto
de primer nivel, una mente increíble, creativa al extremo. Sus emociones… bueno, quizá a veces
era impetuoso, pero era una persona muy emotiva. Se podría decir que tenía
equilibrio. ¿Y su voluntad?
Cuando David proponía algo en su corazón, generalmente lo llevaba a cabo.
Goliat es un ejemplo.
El problema era su cuerpo. David era descuidado con respecto a las luchas por pasiones
carnales, y lo pagó muy caro. Ganó tremendas victorias en el espíritu. En su
alma era irresistible. La gente lo amaba o le temía. Pero fue tan tristemente
indisciplinado en su cuerpo que eso hizo naufragar su vida y destrozó sus
sueños.
Por esa
razón debemos cuidar estos tres aspectos de nuestra vida.
Necesitamos cuidar del espíritu:
memorizar pasajes bíblicos, asistir a reuniones de adoración, pasar tiempo en
oración, ir a estudios bíblicos, estudiar en un seminario si es posible. Todo
es importante.
También debemos cuidar de nuestra
alma: cultivar el intelecto, tener metas altas, escribir, leer;
mantener en equilibrio nuestras emociones; poner la voluntad bajo el control
del Espíritu Santo. Pero también debemos guardar nuestro
cuerpo. Allí fue donde David falló. El cedía continuamente a sus
pasiones carnales. Cuando le llegó el momento de enfrentar la tentación de
Betsabé, cedió de manera inmediata y sin dudar. No hubo resistencia interior,
no hubo voz interior que presentara objeciones. El cuerpo de David,
indisciplinado como era, gritaba más fuerte que su alma y su espíritu. Así que
David le prestó oídos, y cayó.
En espera de
la elección de Dios
Es crucial
poner este aspecto de nuestra vida bajo el control y la dirección del Espíritu
Santo de Dios. No hay experiencia más traumática ni triste que ver cómo el
matrimonio de un cristiano se derrumba en medio de amargura, dolor y pesar.
Es con
desesperación que insto a los jóvenes cristianos a no ser necios con respecto
al sexo y al matrimonio. Si hubiera un momento y un tema sobre el que necesitan
consultar a su sabio y amante Señor, éste es el momento y éste el tema. Pero a
menudo no lo hacen.
Los jóvenes
deben arrodillarse ante Dios y preguntarle si se deben casar, cuándo lo deben
hacer y con quién. Deben orar con diligencia para que Dios les muestre lo que
tienen que buscar en el compañero. Una mujer no será una buena esposa
simplemente por tener ojos hermosos y un cuerpo bien formado. Recuerda que
aunque hagamos ejercicios físicos diariamente y bebamos agua mineral antes del
desayuno, de todos modos el cuerpo se arrugará y gastará. El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón. Esto no quiere decir que una joven bonita o un muchacho
buen mozo no puedan tener un corazón hermoso. Claro que sí, pero debemos tener
cuidado. No podemos menospreciar la clara enseñanza bíblica en un aspecto de la
vida sin que, tarde o temprano, nos alcancen las consecuencias.
Por ejemplo,
todos sabemos que el mandamiento bíblico es no casarnos con incrédulos:
No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque
¿qué compañerismo tiene la justicia
con la injusticia? Y ¿qué
comunión la luz con las tinieblas? Y ¿qué concordia Cristo con Belial? 0 ¿qué parte el creyente
con el incrédulo? 2 Corintios 6:14-15
En cierta
conferencia estaba hablando con una adolescente cuyos padres habían asistido a
la escuela bíblica. Mientras conversaba, me di cuenta de que ellos habían
plantado la misma inquietud en la jovencita.
- Quiero ser
misionera – me dijo la joven -. La semana pasada conocí a unos misioneros
extraordinarios. Amo a los misioneros. Usted es un gran misionero, señor Palau.
Mis padres lo admiran. A mí también me gustaría ser misionera.
Cuando nuestra
charla parecía terminar, esgrimí la pregunta que generalmente les hago a los
adolescentes.
-¿Tienes novio?
- Claro que sí
– dijo con una sonrisa.
-¿Es cristiano?
- Bueno… no.
- Entonces
déjalo esta misma noche.
- Oh, no, no
puedo hacer eso.
- Entonces
seguirás en pecado.
- No estoy en
pecado – protestó la jovencita. Amo al Señor y quiero ser misionera.
- Mira – dije
seriamente -, si eres novia de un incrédulo, olvídate de ser una misionera.
Estás jugando con Dios. Es pecado unirse a un inconverso.
-¿Pero qué es
lo que está tan mal? Preguntó -. No
pienso casarme con él.
- Entonces ¿por
qué eres su novia?
- Pero no. No…
-¡Ah! Entonces
estás jugando con él.
- No es verdad.
Yo tomo las cosas con seriedad. – En ese caso, estás pensando en casarte con
él… – No, no me voy a casar.
- Entonces
estás jugando.
- No. Sucede
que…
- Dime, ¿vas a
casarte con tu novio o sales con él simplemente porque te produce placer?
Ella me dio
todas las excusas típicas imaginables. Yo las anoté.
Ella: No tengo
intenciones de casarme con él.
Yo: ¿Por qué
los besos y los abrazos, entonces?
Ella: Todas mis
amigas cristianas están saliendo con muchachos inconversos.
Yo: Deja que
sean ellas las que se equivoquen. ¿Por qué tienes que cometer el mismo error?
Ella: Además,
mi novio está por convertirse. Le he estado testificando.
Yo: Mira, el
mejor testimonio sería llamarlo esta noche o mañana por la mañana y decirle:
“Escúchame, he estado pensando mucho en nuestra relación y me doy cuenta de que
estoy en rebeldía contra la
Palabra de Dios. No podemos seguir siendo novios porque la Biblia dice que no debo
casarme con un inconverso. No soy yo; es Dios quien lo dice. Estoy en pecado.
He pedido perdón al Señor, y debo terminar contigo… cuanto a su relación con
Dios, que es la decisión número uno.
Ella: Sería un
mal testimonio romper esta relación.
Yo: ¿Y cuál es
el mal testimonio?
Ella: Bueno, si
termino la relación de esa manera, él se volverá en contra de Dios.
Yo: No creo que
lo haga, pero si lo hace será culpa suya. Tú tienes que obedecer la Palabra de Dios.
Fue entonces
que presentó la peor de las excusas.
Ella: Pero
sucede que mi madre y yo estamos orando por él. En realidad la madre le había
dicho lo mismo a mi esposa.
Yo: Pues bien,
entonces tanto tu madre como tú están en pecado.
Ella: ¿Y desde
cuándo es pecado orar por mi novio? – preguntó visiblemente molesta.
Yo: De la
manera en que estás orando sí es pecado. No puedes pedir la bendición de Dios
sobre algo que El está en contra.
Esa madre – que
se había graduado en la escuela bíblica y era una admiradora de los misioneros-
estaba llevando a su hija por el camino de la desobediencia, y eso causaría
dificultades en el matrimonio de la joven. La señora debió haber dicho a su
hija: “Querida, si quieres que oremos por tu novio, primero rompe con él, y
luego oraremos para que se convierta a Cristo.”
Muchas familias
cristianas están viviendo un infierno porque desobedecieron el mandamiento de
Dios de no casarse con un inconverso. En su gracia, Dios en el futuro puede
salvar al cónyuge incrédulo, pero hasta que eso sucede la vida no vale la pena.
No es lo mejor que Dios tiene preparado para ti.
David destruyó
su vida en ese aspecto. La
Biblia nos muestra que esta tragedia alcanza hasta a los
elegidos de Dios, gente joven con un corazón para su Señor. Nadie está inmune.
David siempre actuó con sabiduría, excepto en la segunda decisión más
importante de su vida. Tuvo una decisión acertada en
Pero en la
decisión número dos – la persona con quien se iba a casar- fue negligente.
Aunque en aquel
tiempo muchos hombres tenían varias esposas, eso no era lo que Dios deseaba.
David lo sabía. Todo lo que tenía que hacer era leer Deuteronomio 17:17. Ni tomará para sí muchas mujeres, para que
su corazón no se desvíe.
Dios habla aquí
al pueblo y dice que el rey que El les daría no debería tomar muchas mujeres
porque ellas lo alejarían de Dios. Desde su adolescencia David supo que iba a
ser rey.
Además conocía
la ley. Pero prefirió no hacer caso a este punto. Tenía demasiada debilidad por
las mujeres.
Si éste hubiera
sido un mandamiento general y no uno específico para los reyes, David podría
haber dicho:
- Bueno, Señor,
esa ley es para la gente común. Si no tuviéramos tales mandamientos, nuestra
sociedad sería un desastre. Pero tú sabes, Señor, que he sido ungido rey. Tengo
suficiente dinero para sostener a muchas esposas.
Sin embargo,
David sabía que éstas eran instrucciones para un rey, y abiertamente quebrantó
la ley de Dios.
El principio
de Gálatas 6
¿Qué sucedió
con David? Lo hallamos en Salmo 32:3-4.
Mientras
callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de
noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de
verano.
Mientras no
confesó su pecado, sus huesos se envejecieron, se secaron. Nada como la
inmoralidad sexual es capaz de secar” al más alegre y comunicativo cristiano.
Podrá aparentar otra cosa, pero estará muerto interiormente. La razón es que el
Espíritu Santo está contristado, y no habrá gozo hasta que haya restauración ante
el Señor, ante los hermanos – si fuera necesario- y ante todos los que hayan
sido ofendidos.
Fue sólo cuando
confesó su pecado que David recibió restauración. Dijo a Dios en presencia del
profeta: “He pecado contra el
Señor.” El profeta
entonces respondió: “El
Señor ha perdonado tus pecados.” Y agregó:
Más
por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que
te ha nacido ciertamente morirá
2 Samuel
12:14
Este es el
principio que encontramos en Gálatas 6. Habría consecuencias por el pecado de
David. Tú preguntas: “¿Acaso
el Señor no perdona? ¿Acaso el Señor no restaura?”
La respuesta
es: “Sí… sin embargo…” El principio de Gálatas 6 es:
No os
engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso
también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará
corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará
vida eterna.
Gálatas 6:7-8
Gálatas 6:7-8
Todo lo que el
hombre siembra, esto también cosecha. Si planta para satisfacer su propia
carne, la cosecha será muerte y destrucción. Si planta para agradar al
Espíritu, la cosecha será la vida eterna.
El principio de
Gálatas 6 dice que tú eres el único responsable por lo que estás sembrando y
por lo que estás cosechando. Aun cuando confieses tus pecados a Dios y El te
perdone, se ha puesto en marcha el mecanismo que te hará cosechar lo que
sembraste.
El Señor había
hecho a un lado el pecado de David, pero las consecuencias volvieron a él como
vuelve la marea.
- Y recuerda,
David – continuó diciéndole el Señor -, nunca se va a apartar la espada de tu
casa, porque me despreciaste y tomaste a la mujer de Urías heteo para que fuese
tu mujer.
David había
sembrado sangre, y sangre también cosecharía en su familia. David había
sembrado inmoralidad, y tuvo que ser testigo de una horrible cosecha de
inmoralidad en su propio hogar.
El comienzo de
David había sido excelente, pero falló en la esfera del dominio propio. Los
resultados fueron casi fatales: Su ascendente carrera se detuvo, hubo una
maldición en su familia y una seria herida en el pueblo de Dios.
El rey David
tuvo que recoger sus pedazos desechos. A pesar de ello, las Tajaduras
permanecieron. David nunca llegó a ser lo que podría haber sido. Nosotros no
sabemos – y tampoco lo supo David- lo que no llegó a cristalizarse en su vida
por causa de esta gran caída.
Pero David, la
niña de los ojos de Dios, seguía siendo David. Quebrantado y humillado ante el
Dios que había servido con tanto celo, el hijo de Isaí estaba listo para volver
a andar por el camino que había seguido desde su juventud, el camino del que
tanto se había apartado, el camino al corazón de Dios.
Esta es la
maravilla, la esperanza y el gozo de servir a nuestro Dios. Hay un camino de
regreso. Hay un camino por medio de Cristo. El corazón de Dios aún anhela
nuestra compañía. Alabemos a Dios porque El es el Dios de la segunda
oportunidad… y de la tercera… y de la número cien.
Si
miraras a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Porque en ti hay
perdón, para que seas reverenciado.
Salmo 130:3-4
Descenderían
sobre David tormentas de traición, de persecución, de dolor y de desaliento.
Pero David había aprendido y estaba preparado .David podría mirar a Dios
nuevamente. David podría escribir nuevas canciones para la gloria de Dios. Y
aunque ahora la melodía era agridulce, el tema seguía siendo el mismo.
Esperé
yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová
más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana. Espere Israel a Jehová.
Salmo 130: 5-7a
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